martes, 20 de mayo de 2014

Poema 12 (Er Jesu)

[Como es el último de los poemas que NOSOTROS hemos escrito, deseo deciros un cumplido que antes no se me había ocurrido (ni ahora). Un cumplido que nunca me había parado a pensar, pero, al fin y al cabo, un cumplido más en nuestras grandes y diminutas vidas. En fin, quiero dedicaros este poema, a NOSTROS, por ser quienes me han acompañado en este largo viaje. Por cierto, también dedicarle este poema a Francisco de Quevedo, por su antología poética que me ha inspirado muchas veces en las noches de soledad XD]

Allá va el último de los poemas, que, como todos, refleja muy bien lo que somos:


Un día como hoy te conocí, lo recuerdo bien. Sentado me esperabas
deseoso de que apareciera, pa no sólo volver a verme, sino también por
hablarme de aquellos temas que solíamos tratar:
El odio, la verdad; la ira, el amor. Lo digo sobre todo, Er Jesu es mi amigo
pero cuando tratamos la ira solo pienso en arrancarle los pelos, desgraciao. Pero
los gritos llenan mi esencia y sus pelos, mis manos. Cuando
le miro, ¡veo en él mi amigo! Jesu... y yo, y tú. Y yo.

Jesu, a quién nunca había imaginado enfadado, explotó en aquel momento, al
yo pegarle de hostias en la cara porque con él me enfadé. Llorando,
inconsciente me confesó su legado: "Quiero ser madre, y no encuentro querer que me haga
lo suficientemente fuerte para aguantar el dolor que eso supone, mas
si tú pudieras ayudarme a concebir con la Luna llena este
bebé, te otorgaría mi alma, desvelándote la más obsana verdad."

Inocente de mi, al pensar que entregar mi alma era fácil, era peor que
ver a un gigante peludo sacarse un moco de su narizota.

Er Jesu, pobre, se está muriendo, después de delirar. Iba pasando, qué curioso.
[al estado gaseoso] Ese estado magnífico capaz de infundir temor
y pena a partes iguales, era propio de un hombre, filósofo e histórico-
afeitador. Soñó que poco a poco caía, hasta que al final, él murió.